By Victor Camon
Justo cuando estaba en mi mejor sueño venía mi padre o mi madre y me despertaban. Eso si era un suplicio. Cada uno de los 4 hermanos creíamos lo mismo. Aunque creo que aquellos que se quejaban con insistencia eran mi gemelo y yo. No habíamos dormido. Estábamos cansados, era domingo y habíamos estudiado… era incomprensible, inadmisible. Les preguntábamos ¿porqué?
Aún recuerdo a mi padre. Razonando que si salíamos era nuestra responsabilidad y para ello debíamos de seguir con el ritmo de vida establecido. Menudo mosqueo me cogía. Cómo cuando estábamos comiendo y no podíamos ver la TV, a no ser que fueran las noticias. O cuando nos hacían seguir una rutina de trabajo personal en casa. O cuando nos limitaban el tiempo para estar frente la caja tonta…
No nos parecía importante en aquella época y no me siento orgulloso de cuando engañé un día a mi madre cuando iba a la Universidad. Me despertó y me preguntó:
– ¿No tienes clase, hoy?
– No, le dije. Hoy no tengo.
Y me quedé tan tranquilo. Claro que tenía clase pero no quería ir por eso le dije que no tenía. Pensé que había sido muy listo, que no la había engañado. Que no tenía si no iba. Aquel día prefería quedarme en casa durmiendo que ir a la Universidad.
Evidentemente, hubo un cambio importante que me hizo espabilar. Un detonante. A partir del 2º año de carrera mis padres ya no se hacían cargo de los costes de los estudios de sus hijos. Entiendo que no porque no pudieran, sino porque era nuestra Responsabilidad. Claro, tampoco lo entendía. Nos abocaban al fracaso: ¡trabajar y estudiar! Menuda ayuda.
Pues resulta que en casa nos tuvimos que ganar el pan y trabajar fuerte para poder estudiar. Recuerdo no poder ir a clase porque trabajaba en 3 empresas distintas. De todas formas iba a las fiestas universitarias. Fomentaba mi networking y conseguía que me ayudarán dejando apuntes o dándome cualquier tipo de ayuda para que pudiera seguir trabajando y estudiando.
Después ya me fui a vivir a Barcelona durante un par de meses. Fueron los días que más estudié y más disfruté. Me lo pasaba bien, yendo a varias fiestas pero despertaba de mi letargo temprano ya que tenía mis responsabilidades: ropa, comida, estudio… Al final conseguí lo que quería, terminé la carrera pero lo más importante: entendí que era la Responsabilidad.
Entendí que uno es dueño de su futuro. Que el compromiso, esfuerzo y buen hacer, ayudan a poder mejorar y crecer tanto personal como profesionalmente.
Está claro que si ahora salgo de fiesta y llego tarde, no me despertara mi jefe para preguntarme si hoy trabajo. Claro está también que yo no negaré que no tenga trabajo por el simple motivo de dormir más. Mi responsabilidad es entender que el ocio va unido a la responsabilidad.
Sigo estando muy agradecido a mis padres ya que a diario me doy cuenta de todo lo que he aprendido de ellos.
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