La vida es un incienso que se consume con su uso. Una fragancia que desprende un olor agradable que es la base de nuestra vida. Es aquello que queremos. Por lo que luchamos. Lo que gozamos. La vida es aquello que al fin y al cabo nos importa. Aprende a disfrutar tu vida.
Aprender a disfrutar del halo que nos ofrece la vida es tan fácil como aprender a gozar de nuestro momento presente. Foto de Pixabay
Dicha mezcla aromática se consume con encanto hasta que llegado a un punto, termina su recorrido momentáneamente para limpiar sus impurezas y continuar su camino hasta una nueva etapa. Su parte consumida cae. Eso permite que la nueva etapa pueda comenzar con fuerza.
La vida también se consume. También quema etapas. Importante es recordar que preservamos el gozo del momento presente para pensar en nuestro futuro. Pensamos en cuando y cómo se consumirá el incienso. No nos paramos a mirar el humo en forma de filamento que desprende nuestra vida. El halo que desprende el incienso. Siempre hacia arriba, con fuerza. Siempre en positivo. Lamentablemente sólo vemos nuestro consumo sin haber disfrutado lo consumido.
Cómo comentaba en un artículo reciente sobre los 15 Hábitos saludables para vivir mejor:
¿Te ves capaz de cambiar un hábito de tu vida siguiendo la misma rutina durante 30 días?
Vivir no es adoptar un mal hábito y esperar a algún cambio para poder eliminar esa costumbre.
El paso de la vida, es una situación de cambios, de nuevos hábitos y de crecimiento y desarrollo. Perdemos amigos, familiares o conocidos, mientras nos consumimos y de nuevo no logramos recordar lo consumido sino que pensamos en lo que podía haber consumido el difunto. No aprendemos jamás a vivir hasta que no valoramos lo injusto que es pensar a diario en la muerte, aquella muerte que sólo llega un único día de nuestras vidas. Sorprende pensar que aunque tengamos 25, 37, 49 o 70 años, lo normal será que pensemos en cuando llegará nuestro fin. El incienso sigue consumiendo pero siempre lo hará con menos fuerza cuando menos valoremos nuestra vida.
Al final el incienso, cómo la vida, se consume, pero el halo que desprende, su atmósfera y los sentidos que despierta es lo que finalmente deberíamos valorar. Aprende a desprender lo mejor de ti mismo para y por los demás, será entonces cuando comenzarás a disfrutar de tu consumo y entenderás que en la vida debemos de valorar el momento presente y lo que tenemos a nuestro alrededor.
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