Enseñanzas del Dalai Lama: El enfado
A diario pienso que no podemos permitirnos el placer de perder nuestro tiempo con enfados. Opino que aunque nos aporta mucho menos un enfado que una sonrisa, siempre nos influye más lo negativo que lo positivo.
Lo hablo a menudo con mis amigos o personas que quiero: no creo que la vida sea complicada, sino que nosotros nos lo ponemos difícil. Algunos opinan que me falta carácter y que no todo es de color de rosas, sino que a veces hay que enfadarse. No lo discuto pero por ahora estoy muy contento tratando de dar la mayor importancia a aquello que me ayuda y valoro menos lo que no me aporta nada.
Soy de los que piensan que día a día quemamos etapas y disculpadme que así sea, pero yo las quemo con una sonrisa, con optimismo y amabilidad. Por ello no os debe extrañar que no entre en pequeñas guerras o en chismes acerca de unos u otros.
Una vez oí que no debes hablar mal de nadie si lo que te van a decir no te va a ayudar en nada, si lo que te van a decir no va a beneficiar a la persona que te lo dice y si lo que te van a decir tampoco va a beneficiar a la persona de la que hablan. Si a eso le añadimos que opino que para quejarte o hablar mal de alguien primero tienes que haber intentado solucionar el affaire, me quedo con que suficiente tengo para disfrutar de los días que tengo cómo para preocuparme de los de los demás.
Me gustaría que de nuevo leyérais el título de este artículo, la frase del Dalai Lama y os preguntárais si no está en lo cierto. Acaso no es verdad que valoramos más aquello que no nos aporta nada y valoramos menos lo que nos puede ayudar. Acaso hacemos suficiente autocrítica para definir si estamos actúando correctamente.
Haz un ejercicio de valoración y a diario antes de irte a dormir repasa tus movimientos y piensa en los que realizarás mañana y ante todo dibuja una sonrisa en tu cara al final del día y al principio.