Ya hace 11 años que descubrí lo que era perder un ser querido, alguien muy especial. A menudo reconozco que me faltan recuerdos, que por alguna razón no recuerdo mucho a mi padre.
No me gusta usar la palabra “por suerte” pues no creo que el azar tuviera nada que ver con que mi padre fuera querido. En el día de su entierro no cabían todos los asistentes en su funeral. Sabía que era alguien muy especial para mí pero no para tantos.
Ya os hablé de él en un antiguo artículo llamado Los Valores del Trabajo. Creo que pude transmitir bien quién era.
Acostumbramos a hablar bien de las personas que nos han influenciado. Y de las que ya no están con nosotros. Pero en ocasiones olvidamos mencionarlo cuando están vivos. Yo no recuerdo decirle a mi padre que le quería y tampoco haberlo hecho a mi madre, es algo que tengo pendiente y pronto lo haré.
Creemos ser íntegros cuando superamos un bache pero nos cuesta decirle a las personas que queremos, que les queremos. Es duro no hacerlo. Seguro que cuando estás leyendo esto te das cuentas que es verdad que realmente tienes que ir a tu pareja, a tus hijos, tus hermanos, tus padres… y decirle que les quieres pero luego dices que no te vas a rebajar. Yo lo he hecho.
Por ello me arrepiento pero no lo hago por no tener a mi padre conmigo, no me arrepiento de saber que hace 11 años que dejó de formar parte de mi. No lo hago porque sé que fue feliz y yo lo fui con él.
Mi padre me enseñó mucho. En su día no lo creía. Ahora con el paso del tiempo lo valoro muchísimo. Él me enseñó que la humildad, el trabajo y la felicidad son claves para mi vida. Que tenía que seguir creciendo no para ser el mejor sino para ser feliz en aquello que me hace feliz.
Mi padre, un profesor de latín, me mostró el camino del crecimiento personal y profesional.
No dejó nada al azar, sino a mis propias decisiones.
Su voluntad, sus ganas de vivir, su felicidad. Nada dejó al azar, fue convicción. Fue feliz e insisto que yo lo fui con él.
Digo en el anterior post sobre mi padre:
Estoy orgulloso de la educación que he recibido porque aunque de joven no entendiera el porqué tenía que trabajar para pagarme la Universidad cuando mis padres la podían pagar… con el tiempo lo entendí, no era una cuestión económica sino de valores. Hay que currar para conseguir las cosas, porque pocas cosas te vienen dadas y a aquellas que recibes de antemano poco valor le das.
Sigo estando de acuerdo con ello y sigo estando orgulloso de mi padre. Me enseñó a darle valor al mundo en el que vivo. A que la suerte no existe, que el castigo no es la solución y que la llave de la vida es la pasión, lo positivo de las personas y creer en nosotros.
Gracias papa por ser mi fuente de inspiración y en la vida, me hubiera gustado saberlo antes y decírtelo. Ya sabes aquello de que a veces no le damos valor a algo hasta que lo perdemos. ¿Quién es aquél alguien muy especial para vuestras vidas?
¿Quién ha sido o es vuestra fuente de inspiración?
Si no lo has hecho aún, díselo.
El miedo al fracaso, cómo afrontarlo.
El fracaso no es una opción
La solución al Coronavirus se encuentra más cerca de lo que crees
50 cosas que puedes hacer en casa
Los colores. 2 vídeos que te harán valorarlos.
Descubre el lugar donde actúa el sentido de tu vida
39 experiencias de la vida que debes aprender antes de los 39
¿Cuál es tu denominador común en la vida?